El juego simbólico es fundamental para el desarrollo cognitivo y emocional de cualquier niño. El juego de imitar, el de roles,
el hacer como si fuera, es el juego por excelencia de la infancia. Es
el que domina gran parte de los juegos en los primeros años de nuestros
hijos.
Los padres debemos facilitar el juego simbólico y favorecer su desarrollo permitiendo que nuestros niños recreen diferentes situaciones y personajes de forma espontánea o dirigida por un adulto.
Qué es el juego simbólico
El juego simbólico es todo aquel juego espontáneo, que surge de modo natural en casa, en el parque o en el cole, en el que los niños utilizan su capacidad de representación mental para recrear todo un escenario de juego.
Mediante este tipo de simbolización podemos observar como convierten
una escoba en un caballo o un palo en una varita mágica. Es ese tipo de
juego en el que los niños hacen como si fueran papás, mamás u otras personas o personajes reales o imaginarias.
El juego simbólico permite la exteriorización de conductas aprendidas mediante la observación pero también estimula el aprendizaje de nuevas. Asimismo facilita la expresión de sentimientos
y la activación de habilidades y competencias socioemocionales, lo que
aporta grandes beneficios en el proceso madurativo de los niños.
10 beneficios del juego simbólico en los niños
Los beneficios del juego simbólico se observan en todos los planos
del desarrollo infantil, desde la psicomotricidad a la expresión de las emociones,
incentivando y estimulando todo un abanico de habilidades personales y
sociales de los niños a la vez que mejora su capacidad lingüística. Así
pues el juego simbólico estimula el desarrollo de las funciones físicas,
psíquicas, afectivas y sociales de los niños en tanto que:
1. Fomenta la imaginación y la creatividad.
2. Incentiva el aprendizaje de nuevas conductas.
3. Promueve la adquisición de habilidades y competencias sociales como el trabajo en equipo, la cooperación, la negociación, la empatía.
4. Permite la adquisición de nuevo vocabulario.
5. Libera tensiones y ayuda a exteriorizar sentimientos y emociones.
Jugando a ser los niños pueden manifestar sus miedos, angustia, rabia o
tristeza de un modo adecuado sin temor a que nadie les reprenda.
6. Facilita el conocimiento de sus propias posibilidades físicas desarrollando su psicomotricidad y dominio de su cuerpo.
7. Facilita el conocimiento del entorno que les rodea y el funcionamiento de las cosas.
8. Fomenta la autoestima y el autocontrol, proporciona confianza en uno mismo.
9. Estimula la curiosidad, motor de cualquier aprendizaje.
10. Ayuda a estructurar el pensamiento.
'Un niño que no juega será un adulto que no piensa' (Shchiller)
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