Ayer fue el día mundial de los docentes, instaurado por la UNESCO para unificar el día del maestro, que cada país
ha puesto cuando le da la gana, y sobre todo para poner sobre la mesa
la importancia de los profesores para hacer avanzar la sociedad. Así lo
cuentan:
Es un hecho reconocido que los docentes no sólo son un medio de alcanzar
los objetivos de la educación; son también la llave de la
sostenibilidad y la capacidad nacional para lograr el aprendizaje y
crear sociedades basadas en el conocimiento, los valores y la ética.
Pero los docentes siguen afrontando los problemas derivados de la falta
de personal, la escasa capacitación y la baja consideración social.El Instituto de Estadística de la UNESCO calcula que para alcanzar el objetivo de la educación primaria universal de aquí a 2020 los países necesitarán contratar a un total de 12,6 millones de maestros de primaria.
Es cierto, en las manos de los docentes dejamos lo que mas preciamos,
necesitamos profesionales capaces, sensibles, flexibles, que no se
acomoden y entiendan la importancia de su labor. Y ellos necesitan consideración, respeto y medios para hacer su trabajo.
No, no todos son buenos
profesionales. Los hay maravillosos y execrables, como en cualquier
oficio. Y también hay una gran mayoría que procura hacer bien su
trabajo, que pone interés y ganas, que no brillo, y que pueden
equivocarse como cualquiera.
La mayoría, cuando oye hablar de algo como el día de los docentes,
piensa en esos maestros de infantil o primaria, abriendo el mundo a
niños pequeños; en los profesores de secundaria que procuran transmitir
conocimientos y, sobre todo, el interés por adquirirlos; tal vez también
en los profesores universitarios.
No son en los que primero pienso yo. Los docentes que tengo en mente son Ana, Ruth, Fran, María, Merche… y sus alumnos son niños como mi hijo,
como Jaime. Niños con autismo, con parálisis cerebral, con síndrome de
Down, con X-frágil… a los que hay que ayudar a ser lo mas autónomos y felices
posible en un mundo aun poco adaptado a la diversidad. Docentes que con
frecuencia por poco dinero y con mucho trabajo tienen que ser aún más
flexibles, capaces y sensibles para adaptarse a alumnos que son únicos, con retos y necesidades diferentes.
Niños a los que enseñar a asearse, a regular su conducta, a
comunicarse por los medios que sea, a alcanzar todo el potencial que
encierran para encararse a esa sociedad a la que tanto le cuesta aceptar
la diferencia.
Maestros que no se puede permitir los escrúpulos, la rigidez o que les fallen las fuerzas (tanto
las físicas como las internas), que desarrollan su labor en colegios
especiales, específicos, ordinarios, en centros de atención temprana,
incluso acudiendo a las casas de sus alumnos. Maestros que, igual que
muchos padres, se enfrentan al “no sé cómo lo haces” cuando cuentan a
qué se dedican, a días complicados, a problemas inesperados.
En el curso 2011/2012 había 33.447 niños escolarizados en España en educación especial, en 479 colegios. Son muchos mas en realidad, ya que ahí no se cuentan los que acuden con apoyos a centros ordinarios.
Niños en los que nadie piensa cuando se habla en los medios de
comunicación de la vuelta al cole, nos inundan de publicidad para
conseguir nuevo material escolar o nos mandan los catálogos de juguetes
para la Navidad. Niños de los que pocos se acuerdan atendidos por maestros que pocos recuerdan.
Por eso, un día después, gracias por estar ahí, dando lo mejor que sois capaces de reunir por nuestros hijos. Necesitamos vuestra fuerza.
Fuente: 20 minutos:
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