Todos somos especiales

jueves, 7 de agosto de 2014

No llega a cicatrizar

Igual, semejante a una herida profunda en la piel. El dolor habita en lo más profundo, no tiene cavidad en la superficie, prefiere el calor interior.
Escuece. Escuece tanto que mantienes a cada instante tu cuerpo en tensión. A veces te da la sensación de que las costillas atravesaran el tejido y se desprendieran por la espalda.
La sangre no cesa de correr....es pura y cristalina, de un color rojo vivo, bastante vivo.
En ese momento tu cuerpo no sabe responder de otra manera, está inconsciente y dolorido.
Los ojos se culminan en un océano de lágrimas, hay tanta profundidad... pero en ellos no cabe ni una sola más. Todo se desborda. Todo va pasando...
Pones remedio inmediato. Intentas sanar la herida. Parece ser que poco a poco la sangre desaparece y se forma la postilla. No concuerda nada en tu cuerpo, aunque es heterogéneo, porque no hay parte igual a otra, transmite armonía y sensación de bienestar. Tiene un aspecto bastante feo, pero desde una perspectiva positiva, ya la sangre ha cesado.
Todo parece que poco a poco vuelve a la normalidad, por momentos parecías no tener miedo, incluso te atrevías a dar unos pasos hacia adelante. Pero de repente, en cuestión de segundos, sin saber cómo y por qué te vuelves a herir donde mismo, quizás ahora un poco más arriba. Lo que sucede es que ahora su dimensión ha cambiado, y con ella vuelve a correr la sangre, igual de viva o quizás más aún.
Y es que la herida no llega a cicatrizar....Deberás andar con más cuidado...

No hay comentarios:

Publicar un comentario