Todos somos especiales

lunes, 9 de noviembre de 2015

Lo que vale la pena

Valen la pena los amigos. Esos con los que te encanta perder el tiempo. Esos con los que eres tú mismo, sin filtros, capas o escudos que valgan. Esos con los que confiesas hasta lo más inconfesable, y por tu propia voluntad. Esos a quienes te atreves a contar tus miedos, tus ilusiones, tus vergüenzas y tus conquistas.
Amigos con los que arreglas el mundo.
Vale la pena la felicidad. Porque no es un estado, es una decisión. Es querer y poder. Es superar obstáculos, zancadillas y tropezones. Es estar por encima sin mirar por encima del hombro. Es saber conformarse con lo que tenemos y valorarlo como toca. Ni más ni menos. Es quitar hierro y dar vitaminas.
Vale la pena la familia. Esa que dicen que es un mundo, pero que para ti, es tu mundo. Esa que está a tu lado incondicionalmente, aunque no siempre la veas. Esa con la que compartes cenas de Nochebuena, tartas de cumpleaños y veranos en el pueblo. Que no sólo es compartir genes. Esa con la que te peleas por tonterías, pero que nadie se atreva a tocarla. O sacas uñas, dientes y artillería pesada, todo sea por defenderla.
Vale la pena decidir. Ser valiente y asumir riesgos. Aceptar consecuencias de principio a fin. Aprender de nuestros fallos, nuestra mejor enseñanza. Celebrar los aciertos con saltos, gritos o triple mortal, lo que la ocasión se merezca. Que no todo es de color de rosa, pero habrá que intentarlo, ¿no crees?
Vale la pena lo importante. Dejar el dramatismo a un lado para que no nos distraiga. Cambiar el feo hábito de quejarnos por vicio y valorar de verdad lo que sí tenemos. Lo que somos y podemos ser. Lo que queremos y lo que nos hace bien. Abrir los ojos y no cerrarlos cuando algo no interese. Dar importancia al detalle y no esperar grandes promesas.
La vida no son más que pequeños momentos.
Vale la pena ser uno mismo. Defender el yo, mi, me, conmigo. Personalidad en estado puro, con sus luces y sombras. Aceptarnos tal cual somos, y a quien no le guste, que mire para otro lado. Ponernos el listón tan alto como queramos, pero sabiendo cuándo toca bajarlo.
Vale la pena luchar. Aunque nos de vértigo salir de la comodidad de lo fácil. Aunque nos de miedo y pánico el cambio. Luchemos por nuestros sueños, por mucho que algunos digan que son descabellados. Por nuestras ilusiones y deseos, por todo aquello que nos motive y nos de alas.
Vale la pena confiar. Primero de todo, y sobre todo, en nosotros. En nuestras posibilidades, todas y cada una de ellas. Las que nos permitan crecer cada día, lograr lo que queramos y soñar a lo grande. Confiar también en los demás. En la mano amiga que te ayuda a levantarte y en las palabras que te resucitan cuando no puedes más. Creamos en el hoy y en el mañana. Un mal día no dura más allá de 24 horas.
Vale la pena perder. Perder miedos que nos atan de pies y manos, que no nos dejan avanzar. Perder el orgullo que nos ciega y nos vuelve estúpidamente estúpidos. Perder, porque no siempre se gana, pero siempre se aprende. Porque hay cosas que nos sobran y no nos damos cuenta.
Perder para saber valorar lo que teníamos y, más aún, lo que aún tenemos.
Vale la pena el amor. Enamorarse perdidamente y con locura. Que las medias tintas no saben a nada. Perder el norte por alguien que nos traiga de vuelta. Por alguien que no entraba en nuestros planes, y que ahora no sale de nuestra cabeza. Enamorarse de la A a la Z, con comas, puntos suspensivos y exclamaciones incluidas.
Vale la pena… todo aquello que creas que vale la pena.


sábado, 7 de noviembre de 2015

AMOR Y PACIENCIA

“Con amor y paciencia, nada es imposible.”
DAISAKU IKEDA
Quien ama de verdad, sabe ser paciente. Y no digo quien quiere, porque el querer tiende a ser impaciente, mientras que el amar sabe esperar por el bien del otro. No es lo mismo lo que significa un “te quiero” (para mí…) que un “te amo”.
Y también, quien es paciente para bien, sabe amar.
Amor y paciencia son dos de los grandes ingredientes de la transformación humana.
Cuando alguien planta un árbol pensando en los que gozarán de su sombra y frutos, ama y es paciente. Su esfuerzo se centra en el bien futuro de los que gozarán de esa semilla que hoy se introduce en la tierra y es regada por primera vez.
Cuando alguien persevera y lo que le mueve frente a la adversidad es el legado que puede dejar a los que vendrán, ama y es paciente.
Nuestros abuelos, los que vivieron guerras mundiales y civiles; el terror, la desgracia, la injusticia, el hambre y la penuria y, a pesar de ello, lo dieron todo de sí tras el sufrimiento y trabajaron con denuedo para que sus hijos, nietos y demás descendientes disfrutaran de un confort y bienestar que ellos ni podían imaginar, amaban y eran pacientes.
Sí, quien ama de verdad practica la paciencia; si me permitís el juego de palabras, la paz-ciencia, la ciencia de la paz.
Giacomo Leopardi, poeta y filósofo italiano del s. XIX dejó escrito este bello pensamiento: “La paciencia es la más heroica de las virtudes, precisamente porque carece de toda apariencia de heroísmo.” Y es cierto. También quien ama de verdad carece de toda apariencia de heroísmo.
Amor y paciencia son dos ingredientes que nos elevan, que nos unen, que tienden a purificar ambientes, vínculos y existencias.
Quién no recuerda a aquel abuelo o abuela que, con deliciosa paciencia y amor, nos enseñaba a atarnos los cordones de los zapatos, las tablas de multiplicar, a jugar a la Oca o al parchís, a leer nuestras primeras frases o a cuidar el huerto.
Si hiciéramos de éste un mundo más paciente, viviríamos más los frutos del amor.
Si amáramos más, no tendríamos tantas urgencias que, demasiadas veces, nacen del miedo, o del ego, que es lo mismo…
Feliz, amante y paciente semana.

viernes, 6 de noviembre de 2015

Echar de menos

"Te echo de menos" qué bonita expresión, qué profunda, y qué bien aceptada está socialmente...
El hecho de echar de menos a algo o a alguien no significa que lo quieras otra vez de vuelta en tu  vida. Hay personas que han sido muy importantes para ti, y de hecho lo seguiran siendo, porque ya han formado parte de ella...Momentos y situaciones que han generado en ti intensos sentimientos, a los que has dedicado mucho de tu tiempo. Puedes echar de menos esa dedicación, esos sentimientos, esa compañía...pero probablemente si te preguntaran si verdaderamente quisieras experimentar esa situación, esos sentimientos o esa compañía, en muchos de los casos la respuesta sería negativa. Porque lo echas de menos. Sí. Pero ya no lo quieres de vuelta. 

Te ha servido para aprender, te ha brindado la oportunidad de sentir, pero tal vez, no haya sido lo necesariamente positivo y satisfactorio para quererlo de nuevo en tu vida.

Pero ¿qué sucede cuándo una situación o una persona te ha proporcionado de una forma u otra sentimientos o sensaciones positivas y placenteras?
Pasa que "SÍ" la echa de menos. Pero yo no lo llamo así. Para mí eso se traduce en: Quiero volver a sentirlo, quiero volver a experimentarlo. 

Ahora en sólo cinco palabras:

 TE QUIERO EN MI VIDA


 



 

miércoles, 4 de noviembre de 2015

El día que necesites una razón para quedarte, déjame.


Ya si eso...


Ya si eso te aconsejo que no te entretengas en mirarla, ni en intentar adivinar que coño piensa porque es un cubo de Rubbick elevado al cubo. Es un misterio de los que enganchan, de esos tipo Mario Bros en los que atravesarías más de un mundo absurdo solo por intentar darle un beso. Tiene cara de otoño y una sonrisa de verano, esa que cuando le sale, no sabrías adivinar el color de sus ojos porque te fijas más en la forma de su boca. No pierde las formas nunca, aunque a veces sueñes que las pierde. Sabe lo que quiere o por lo menos eso proyecta, sabe estar y saber ser, pero no sabe parecer, y eso en los días que pasan vale más que cualquier trato, apuesta o contrato. La he visto andar, con esos andares de péndulo hipnótico que no te cansas de mirar, y que hasta el suelo le agradece las huellas que deja. Sabe que la vida puede ser un camino de rosas, aunque tenga que tener cincuenta ojos al coger alguna porque al final se va a pinchar; pero no pasa nada, se chupa la sangre del dedo y sigue sonriendo. Sabe algo del dolor, pero lo mezcla con miel, esa que desprende cuando te saluda y se te queda cara de idiota. Es de las que mira al cielo, que no es lo mismo que mirar hacia arriba, porque tiene la certeza y la tranquilidad, que desde arriba tienen un trato con ella, igual que lo tengo yo. Alguna vez le recuerdas que te quiera, y te dice que sí, que ya lo hace, y aunque te lo diga por wathsApp uno se lo cree porque por lo menos querría pensar que es verdad. Basta un paseo en una moto verde después de una noche al conocerla, y tirarte hablando con ella una hora y media debajo de su casa, echando un cigarro, sólo para darte cuenta, de que si está contigo mirándote de frente y por derecho, se te olvida fumarte el cigarro y el frío del amanecer, y te encanta que te queme, simplemente, porque ella es puro fuego...
Francisco Bonilla Lozano.

No quiero un diciembre sin ti

Temía que algún día llegase a pasar, que la tortura de vernos y querer tocarnos me llevase a escribir para intentar que dejase de doler.
Y ojalá tuviese trazado un plan y como quien coloca las piezas de un puzzle pudiese entender qué llevas en ese corazón en llamas.
Y ojalá el casi hubiese decidido adentrarse en la aventura y vivir para recordar aunque solo fuese para evitar que duela cada zona que haya rozado tu sonrisa y así, poder equilibrarme en tu mirada.
Pero la vida todavía no te ha dolido lo suficiente y vuelves a lamentarte en imperfecto. 

Y no quiero un diciembre sin ti, no quiero una resaca sin tu sonrisa en mi pecho, no quiero que vuelvas a decirme que nada puede ser cuando queremos darnos todo.
Y aquí estoy, con un cigarro en la mano, intentando hacer círculos como las ruedas de aquel tren en el que decidiste marcharte. El humo llega hasta mis pulmones sin que yo me dé cuenta y creo que fue así como quemaste mi corazón.
Recuerdo que también quise dejarlo, pero cuando llegó el día en el que empezó a doler, mi corazón ya estaba hecho cenizas. A veces me pregunto si no viviríamos mejor en el mundo de los muertos, allí las palabras ya no significan nada y podría enamorarme del silencio.