Pero estos no llegaban a consolarme, necesitaba un calor más fuerte, ya que el frío había penetrado dentro de mi persona, ya acariciaba mis huesos...
Opté por refugiarme en un rincón, nuestro rincòn. Por instantes esa frialdad desaparecía de mi, incluso comenzaba a notar una sensación de calor, de bienestar. Mi mente comenzó a volar y yo me fui con ella. Me embriagaba de bellos recuerdos del pasado, tal vez porque me proporcionaban felicidad, o al menos en terreno firme con instantes que me conforman.
De un momento a otro sentí la necesidad de asomarme por una ventanita donde pudiera saber de mi futuro, a dónde iré, quien me encontraré por el camino, cuántas cosas perderé, quién caminará conmigo, cuántas más batallas tendré que luchar, si después de caerme tendré fuerzas para levantarme...
Un golpe de la puerta me regresó de aquellos pensamientos... Me levanté y me puse en pie.
Mantenía el mismo frío, pero era hora de concienciarse de que había que seguir. Con zapatos o descalza tenía que ir construyendo mi camino, ese del futuro.
Siempre tendré la oportunidad de cerrar los ojos y dejar que la luz de tu mirada me guíe cuando esté desorientada.
Sólo quiero llegar hasta esas manos, esos brazos, esos hombros que me alivien. Hasta ahora sigo perdida, vueltas equivocadas, sin saber cómo
